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Colección Permanente

Sala 0

La FD-C presenta su nueva colección permanente donde se revisa y contextualiza la obra del artista Juan Manuel Díaz-Caneja, con áreas temáticas relativas a su trabajo y en diálogo con otros creadores contemporáneos. El objetivo es mostrar una narrativa diferente al cubo blanco tradicional, donde la obra de arte se muestra aislada. Para ello presentamos un dispositivo museográfico que plantea la confrontación de las obras de arte con textos, objetos documentales, materiales de archivo y propuestas artísticas contemporáneas.

La sala 0 de la colección presenta cuatro áreas temáticas denominadas Vanguardia, Escuela de Vallecas, Guerra Civil y Posguerra, y Rural. Esta colección permanente tendrá una duración de tres años y se expondrán más de cien obras de la colección, junto a préstamos y depósitos de obras de arte pertenecientes a otras instituciones como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Instituto Valenciano de Arte Moderno, el Museo Patio Herreriano, la Filmoteca Española y Catalana, la Universidad de Barcelona, el Colegio de Arquitectos de Cataluña o el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, así como préstamos particulares.

La colección presenta un dispositivo escénico como alternativa a la tradicional exposición formalista de las obras de arte. Este “montaje” se entiende como una estructura que implementa y construye un saber, al mismo tiempo que no pretende generar o imponer un relato único, sino hacer posibles lecturas múltiples y generar una producción plural de significados. Esta es la clave epistémica sobre la que descansa el proyecto expositivo de la colección y a partir de la cual se plantea un estudio y confrontación de las obras de arte para proceder a un análisis de la realidad social de la obra de Díaz-Caneja. Como todo proceso de análisis decolonial, la propia exposición de la colección de la FD-C se plantea como un dispositivo que se interroga sobre la construcción de las representaciones y la narración de los relatos de la gran Historia frente a las historias de los sujetos.

La colección permanente de la FD-C plantea una propuesta transversal que combina pasado y presente, relacionando creadores, espacios y públicos, buscando un nuevo contexto para el estudio y la interpretación de las obras de arte, tanto históricas como contemporáneas. Se propone así una revisión de la “historia oficial del arte” con otras narrativas, no alternativas sino relacionales. La acumulación, agrupación y yuxtaposición de documentos busca intencionadamente romper con la clasificación convencional del arte, basado en geografías, periodos, estilos y artistas individuales.

Frente a esta historia canónica y reduccionista, esta colección busca ser una red apócrifa de nodos que plantean un paradigma “otro” para la redacción de una historiografía de arte que trascienda sus límites lineales y geo-temporales. Es más, la colección permanente del FD-C debe presentar un conjunto de obras de arte que reflexionen e interpreten la idea de naturaleza como un laboratorio de creación y trasvase cultural.

La ciudad de Madrid en las décadas de 1920 y 1930 vivió un renacimiento cultural que transformó la capital provinciana en metrópolis moderna y cosmopolita. Es una urbe que progresa hacia el futuro, donde se mezclan las clases sociales, y en la que la presencia de la mujer en lo público empieza a ser notable. Además, cuenta con una gran vida cultural, especialmente durante la Segunda República, son los años de la Generación de 1927, la Residencia de Estudiantes, el Lyceum Club, la Revista de Occidente, la Gaceta Literaria, el Cine-Club, la Barraca, las Misiones Pedadógicas o la expansión de los ismos de Ramón Gómez de la Serna en su tertulia del Café Pombo. Juan Manuel Díaz-Caneja se traslada en 1923 a Madrid a cursar los estudios de arquitectura e ingresa en la Academia de Libre Pintura de Daniel Vázquez Díaz, que había vivido en París y era conocedor de la vanguardia del arte nuevo. Los años veinte habían visto surgir una serie de tendencias estéticas como el ultraísmo, poscubismo, nuevo realismo, expresionismo, surrealismo o la experiencia de la Escuela de Vallecas, corrientes todas ellas que buscaban renovar las artes plásticas en España y cuyo denominador común fue la defensa de la diversidad de los lenguajes. Díaz-Caneja se incorpora a este ambiente artístico de vanguardia y en 1930 viaja a París. En 1934 tuvo su primera exposición individual en el Museo de Arte Moderno, donde presentó un conjunto de composiciones abstractas poscubistas. Tras la 1ª Guerra Mundial el cubismo analítico, movimiento artístico que supuso una ruptura con el orden visual del Renacimiento, y el Futurismo se habían sintetizado y convertido en un nuevo estilo o escuela internacional, este “Nuevo Clasicismo” se caracterizaba por una práctica plural, diversa, extensa en el tiempo y conciliadora de nacionalidades y geografías dispersas.

La sintonía con la cultura local y popular tiene su mayor exponente en el arte de vanguardia español de la denominada Escuela de Vallecas. Por escuela no debemos de identificar un grupo, academia o movimiento, sino una experiencia artística que tuvo lugar a partir de 1927 y se prolongó durante la Segunda República. Artífices de esta práctica fueron los artistas Alberto Sánchez, Pancho Lasso y Benjamín Palencia, quienes buscaban la creación de un lenguaje artístico de vanguardia que parte de lo vernacular, es decir, desde las raíces de la cultura popular y la historia de España. Una renovación cultural que no pasaba por París, ni imitaba estilos foráneos y que se postulaba como un campo de experimentación poética y artística para, desde lo propio, revolucionar la creación. Para ello eligieron el paisaje del sureste de Madrid, una naturaleza agreste, telúrica, desolada, seca y desnuda que difería radicalmente de la verde y montañosa sierra de Guadarrama, elegida por la generación de 1898. Los artistas “vallecanos” realizaron una revisión de las formas tradicionales de lo peninsular y reconocieron en las fisonomías de lo agrario, todo un conjunto de modelos para la sensibilidad moderna. En esta búsqueda de un “arte puro” utilizaron una metodología de trabajo intuitiva pero radical, pues no sólo reivindicaban la naturaleza como fuente de inspiración, sino que fueron pioneros en el acto de andar como una acción o práctica estética. El resultado fue un arte figurativo y abstracto de inspiración orgánica que nutrió la obra de artistas como Juan Manuel Díaz-Caneja, Maruja Mallo, José Moreno Villa, Antonio Rodríguez Luna, Nicolás de Lekuona, Luis Castellanos, Luis Saénz de la Calzada o Eduardo Yepes, pero también escritores y poetas como Rafael Albertí, Federico García Lorca, Miguel Hernández, José Bergamín, José Herrera Petere o Luís Felipe Vivanco.

El golpe de estado del 18 de julio de 1936, perpetrado por una parte de las fuerzas armadas contra el gobierno legítimo del Frente Popular, dio comienzo a la Guerra Civil española. El fin del conflicto bélico tuvo lugar el 1 de abril de 1939 con la victoria del bando sublevado y el establecimiento de una dictadura militar hasta la muerte del general Francisco Franco en 1975. Durante la guerra numerosos artistas se unieron al frente o hicieron del combate materia de sus creaciones artísticas, como aquellos que utilizaron un medio publicitario, el cartel, a modo de herramienta de propaganda política y social. Juan Manuel Diaz-Caneja, alineado con la Segunda República se unió al comité de propaganda de la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores) para después ser movilizado por el ejército republicano en el Cuerpo de Carabineros. El fin de la guerra civil no significó el cese de la violencia, sino más bien, un punto seguido en la represión de la población afín a la República. En 1945 Juan Manuel Díaz-Caneja, debido a su vinculación a la causa republicana, fue detenido y encarcelado, primero en prisión preventiva en la cárcel de Carabanchel. Allí pudo pintar el cuadro Iban a comunicar, que muestra a una mujer y sus dos hijos camino de la cárcel. Después en mayo de 1949 es trasladado al penal de Ocaña, solo para reos políticos, donde no se le permite pintar. Existe un único retrato fotográfico del artista en la cárcel, juzgado y condenado a dos años de prisión. No saldrá libre hasta el 14 de abril de 1950, tras haber cumplido tres años, superando así la condena a la que fue sentenciado.

Desde hace unas décadas, las prácticas artísticas contemporáneas han incluido en su agenda artística y educativa la cuestión ecológica y la naturaleza. Del mismo modo, también han introducido recientemente el concepto de ruralidades (que entiende lo rural como un espacio de pensamiento en contraposición a un espacio geofísico) en clave de área de trabajo y reflexión, estableciendo los saberes del campesinado como uno de los ejes de discurso de su trabajo. El agricultor, ganadero o artesano no son sólo productores del sector primario, sino también agentes culturales, responsables tanto de transmitir el saber tradicional como de generar producción de conocimiento mediante el uso racional y sostenible de los recursos. Diaz-Caneja, hijo de una familia terrateniente de Pozo de Urama (Palencia) fue un precursor de este interés por el medio rural, dado que la mayor parte de su trabajo es una reflexión continua sobre el paisaje de Tierra de Campos, una comarca natural española, situada en la comunidad de Castilla y León, que se extiende por las provincias de Palencia, Valladolid y León. Un territorio con identidad por sus rasgos fisiográficos, su carácter económico y por la homogeneidad de su paisaje de llanura, arquitectura religiosa, producción agrícola de cereales y ganadería. Una economía que disminuyó, al igual que su población, con la emigración de sus habitantes a las grandes ciudades durante las décadas de 1950-1960. Esta sección de la exposición muestra la pintura rural del artista en diálogo con otras producciones o hitos culturales de la época como la exaltación de las tradiciones populares, el fin de la alfarería artesanal, la construcción de poblados de colonización o la despoblación y su reflejo en la fotografía y el cine.